Los agrónomos han comprendido durante mucho tiempo lo que el público en general apenas está empezando a comprender: nos enfrentamos a una crisis mundial de seguridad alimentaria de proporciones catastróficas. Para alimentar a la población proyectada de 9.7 mil millones de seres humanos para 2050, la producción de alimentos debe aumentar en un 50 por ciento, una tarea abrumadora en medio del calentamiento global acelerado. Los científicos estiman que en un escenario de negocios como el que hemos venido viendo, el cambio climático podría reducir el rendimiento de los cultivos hasta en un 25 por ciento, mientras que la expansión continua de las tierras agrícolas para producir más cultivos amenaza los bosques, la biodiversidad y el suministro de agua, recursos invaluables que la humanidad ha sobrecargado durante mucho tiempo
Pero ¿y si el mundo pudiera eliminar este enorme déficit alimentario proyectado en las tierras de cultivo existentes? Es completamente posible, si cerramos la brecha de género en la agricultura.
En promedio, las mujeres representan el 43 por ciento de la fuerza laboral agrícola en los países en desarrollo, y hasta el 70 por ciento en algunos países, y están tan capacitadas como los hombres en la compleja tarea de la agricultura. Además, alrededor de 400 millones de mujeres se dedican a la ganadería, lo que representa dos tercios de los ganaderos pobres. No es de extrañar que, además de este trabajo cuantificado, las mujeres también realicen la gran mayoría del trabajo no remunerado, como el cuidado de los niños, el cuidado de los ancianos, las tareas del hogar y la cocina.

A pesar de estas valiosas contribuciones económicas a nivel local, nacional y mundial, las mujeres en muchos países no pueden poseer propiedades o están excluidas de importantes procesos de toma de decisiones gubernamentales o comunitarias. Cuando tal discriminación de género no es parte de la ley, las reglas y prácticas consuetudinarias a menudo pueden limitar el acceso de las mujeres a recursos clave, como tecnología, capacitación o financiamiento.
Es probable que las mujeres también se vean más afectadas por el cambio climático que los hombres, ya que dependen más de los recursos naturales locales. Con la tarea de encontrar agua, leña y alimentos, las mujeres se desplazan más lejos para satisfacer las necesidades básicas del hogar a medida que las sequías y las inundaciones traen cambios inesperados y violentos a los paisajes vulnerables. Y las mujeres tienden a ser más pobres, lo que limita sus opciones de acción en caso de sequía, inundación u otro escenario meteorológico extremo.
Todos estos factores limitantes reducen el acceso de las mujeres a los recursos y, en última instancia, su autonomía económica y capital político. Es una pena, porque los estudios muestran que cuanto más poder tengan las mujeres, más saludables serán sus comunidades. En pocas palabras, es más probable que las mujeres gasten sus ingresos en alimentos, ropa y artículos relacionados con la salud para sus familias que los hombres, con un efecto dramático. Un estudio mostró un aumento del 20 por ciento en las tasas de supervivencia infantil cuando las mujeres controlaban el presupuesto familiar.
Según la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación, si las mujeres agricultoras tuvieran el mismo acceso a los recursos, la educación, la financiación y los derechos sobre la tierra, podrían aumentar los rendimientos de sus fincas entre un 20 y un 30 por ciento.
Rainforest Alliance está profundamente comprometida con la participación de las mujeres en todos nuestros programas de capacitación agrícola, tanto como capacitadoras como estudiantes. Hoy en día, más de 100,000 trabajadoras de tiempo completo en las fincas Rainforest Alliance Certified son mujeres, así como muchas de nuestras capacitadoras de campo y una proporción significativa de nuestro liderazgo senior.
Los capacitadores de Rainforest Alliance trabajan con mujeres agricultoras de todo el mundo, como Maira Manzanares de Honduras. Ella pertenece a la red de organizaciones con las que Rainforest Alliance trabaja en este país para fortalecer sus capacidades organizacionales, técnicas y financieras para el manejo de las fincas y el acceso a mejores mercados. Promovemos la igualdad de género porque tanto los hombres como las mujeres son cruciales en la agricultura – sin embargo, las mujeres tienen mucho menos acceso al conocimiento, las oportunidades y los recursos que los hombres.
Como parte de los Objetivos para el Desarrollo Sostenible, la igualdad de género está presente entre los requisitos de nuestro programa de certificación, donde las mujeres son parte de los programas de capacitación agrícola, para que aprendan acerca de las buenas prácticas, métodos para mitigar el cambio de clima, conocimientos organizacionales y financieros. La transición de Maira hacia la caficultura confirma estas afirmaciones. Ella comprendió que sus padres no invertían tanto en la finca, ya que según su visión “las fincas se mantenían solas”. Pero ella tuvo que poner especial cuidado en la fertilización. “Nosotros trabajamos con insumos orgánicos para la finca, lo cual implica mucha responsabilidad. Ahora hay enfermedades en el café; también hay fincas que ya no tienen sombra y eso hace que el café atraiga más enfermedades”, enfatiza.
Otra diferencia fue la oportunidad de las certificaciones. “Nosotros somos una empresa de pequeños productores de café, tenemos varios certificados y ahora también el de Rainforest Alliance”. La empresa se llama Birding Coffee SA y ella es la encargada de la gestión. “Las certificaciones ayudan a trabajar de manera amigable con el medioambiente y también nos ayudan con los precios; hay un precio mínimo que nos ayuda para ser más sostenibles en las fincas de café”.
Aunque algunos productores se resisten a realizar cambios en la forma como trabajan, Maira explica “nosotros les hacemos conciencia de que hay que entender cómo se comportan los precios del café, qué requisitos se deben de cumplir y cómo mantener la calidad”. Cuando comprueban que el precio del café baja y, al estar organizados y tener certificaciones, el precio es más estable, entonces valoran el esfuerzo hecho.
Nuestra experiencia en el campo confirma lo que los agrónomos con visión de futuro vienen diciendo desde hace algún tiempo: las mujeres son un activo esencial en la lucha contra el cambio climático y la inminente crisis alimentaria mundial. La igualdad de género no es solo una cuestión de derechos humanos o una creciente actividad económica en los países en desarrollo. Es la clave para enfrentar de manera efectiva algunos de los mayores desafíos que enfrenta la humanidad.